Dejo aquí constancia de la bonita experiencia vivída por mí el fin de semana del 4 al 6 de junio pasados en la montaña costera de la Sierra de las Santas (Serra de les Santes) en Castellón , gracias a las jornadas organizadas por los frailes carmelitas del Desierto de las Palmas.
(Fotos: gentileza de los hermanos Marco Noales, autores de las instantáneas que jalonan este texto)
Llámase «desierto» a una serie de lugares que, bajo las directrices de Santa Teresa de Jesús, fueron seleccionados para que en ellos, en la soledad de rincones remotos de la geografía, en el silencio, ante la belleza y grandiosidad de la Naturaleza, y con la disciplina de la oración , de la vida austera, etc. se propiciáse el acercamiento a Dios.
No son por tanto desiertos en el sentido de lugares desprovistos de vegetación, sino en el sentido religioso de ser lugares desiertos , lejanos a las distracciones de la civilización, donde en el silencio podamos escuchar la voz que vibra en lo más profundo de nosotros, la del Ser que hace que respiremos y que es el mismo que sostiene las estrellas en sus posiciones. El Ser que alienta en lo más hondo de todo. Que está dentro y fuera de todas las cosas.
La expresión procede de los primeros cristianos que se retiraron al desierto de la Tebaida en Egipto, al yermo o eremus, de donde procede el concepto de eremitismo.
Decía Santa Teresa a sus seguidoras: «no somos monjas sino ermitañas». y es que el Carmelo nació eremítico en el monte que lleva su mismo nombre en Tierra Santa, cuando una serie de caballeros se retiraron en sus laderas. El Desierto de las Palmas nació con ésa misma vocación, y en una ubicación muy semejante al del monte padre, solo que en esta, la orilla occidental del Mediterráno.
Pero no pensemos que aquí se han retirado frailes que no han bregado por el mundo. No. Muchos de ellos han sido antes misioneros que han andado por algunos de los rincones más pobres del planeta ayudando a sus semejantes. Y ésa vocación de servicio sigue presente en el Desierto de las Palmas dentro de las muchas actividades que se desarrollan en él, intentando ése difícil encaje de no perder la esencia del desierto a la vez que trata de hacer , por ejemplo, que mucha gente acuda a empaparse de espiritualidad.
Dentro de ése contexto, y con motivo de la publicación de un libro mío (Paraísos Perdidos. Sendas del Espíritu en la Naturaleza) , me llamaron hace algo más de 3 años , para que diése una charla sobre como escuchar la voz de Dios en la Naturaleza. Y allá que fuí, dentro de unas jornadas dedicadas a «La Escucha». De aquello surgió una idea de realizar una actividad sobre Senderismo y Espiritualidad que se desarrolló el año pasado. Y como la cosa no fué mal este año se repitió.
El viernes 4 de junio comenzamos con una breve charla introductoria, por la noche, en el Centro de Espiritualidad Santa Teresa, donde intenté preparar un poco la cosa para la jornada siguiente, la más importante, en la que debíamos cruzar ésa sierra, en un recorrido de unos 15 kilómetros. Tras la charla subimos a una ermita a contemplar la noche y reflexionar en compañía del carmelita Ignacio Husillos , extraordinaria persona, que hizo profundas reflexiones mientras pulsaba las cuerdas de su guitarra como si tal cosa.
A la mañana siguiente, a las 8:30 de la mañana, comenzamos a caminar las cerca de 25 personas participantes. Llegados al pie de la montaña hablé acerca de las montañas teofánicas en la Biblia: el Sinaí, el Carmelo, el monte de la Transfiguración,… Y como la cosa iba a ser de esfuerzos, máxime por el calor que se veía que iba a hacer, mi amiga Ester Marco (una de las almas mater de estas actividades) me sugirió que hablase de algo que había comentado con ella la noche antes: la hazaña de Ernst Shackleton , toda una referencia en cuestiones de aguante ante la adversidad. Teniendo en cuenta que no todos los asistentes, de todas las edades y condiciones, se dedican regularmente a pegarse palizas subiendo montes , la verdad es que la cosa fue un acierto.
Mientras ascendíamos Dios quiso que unos halcones peregrinos, con un ruidoso piar, pasasen junto a nosotros. Creo que eran dos crías de halcón volanderas, a las que su madre hacía sudar en pos de una presa que había capturado para ellas, pero no dándosela sin más, como cuando estaban en el nido, sino comenzándo a enseñarles que si querían comer, deberían esforzarse en adelante. Llegado el otoño ésas crías ya deberán ser halcones que se ganen enteramente la vida por su cuenta. Aquella escena, que a muchos asistentes les recordó las de los programas de Félix Rodriguez de la Fuente, fué sin duda un regalo de Dios, que infundió ánimos en los montañeros, cerca del lugar en el que se había retirado como ermitaño siglos antes, el fraile Bartolomé, que ha bautizado el monte que subíamos: el Bartolo, el más alto de esta sierra.
En la cuerda superior de la sierra, a la sombra de una enorme cruz que la corona, y de los pinos, descansamos mientras algunos asistentes cantaban algunas canciones religiosas que hablaban de la presencia de Dios en su Creación. Ninguna canción religiosa me ha parecido más hermosa que esos sencillos cantos allí, viendo el mar en lontananza, viendo más de la mitad de la provincia de Castellón, la Sierra de Irta y el Prat de Cabanes, la desafiante Peñagolosa en los confines con Teruel,… Aquella inmensidad hablaba de infinitudes.
Aquella inmensidad se te colaba en el alma, y el alma volaba, acaso un poco como ése halcón del que hablase San Juan de la Cruz , ése halcón que , parafraseándole, volase tan alto tan alto que le diése a la caza alcance, refiriéndose al volar del alma hacia Dios. Curiosamente el día antes creo que había hablado, dentro de las metáforas naturalistas de San Juan de la Cruz, de la del halcón. Un halcón como ésos que habíamos acabado de ver poco antes.

Supongo que por aquí estaría explicando algo acerca de la forma de diferenciar las especies de pinos de la zona
Descendimos poco a poco del monte, viendo paisajes enormes y paisajes recoletos. Una sola flor es un paisaje entero en sí misma. O un insecto. El todo está en la parte y la parte está en el todo.
La semilla de un pino resinero que recogimos en el camino nos permitió, como otras cosas, alguna reflexión. La semilla estaba dotada de alas para «volar» lejos del pino padre y aumentar las posibilidades del pimpollo que nazca de ella. ¿Que inteligencia hizo que un pino produjése semillas así?. ¿O fue todo azar como algunos pretenden?. La verdad es que azar he visto poco en la Naturaleza, el azar no es más, como decía el matemático Poincaré, que la medida de nuestra propia ignorancia. Y esta mal éso de decir que lo que sucede en la Naturaleza , como la mutación de las especies y por tanto su evolución, es cosa del azar, ya que es trasladar la ignorancia subjetiva como explicación «objetiva». Y me preguntaba yo ante alguno de mis compañeros en esta jornada, ¿si hay quien parece dar culto a una especie de azar absoluto que estaría tras todo en el Universo, que es tanto como dar culto a una ignorancia absoluta, por qué no se comprende que existamos quienes queramos dar culto a una Inteligencia Absoluta?. ¿No sería esto más conforme a la inteligencia , máxime por alguien que se declara científico?. ¿No sería más propio de un científico dar culto a una inteligencia que a una ignorancia?. A diferencia de otros naturalistas no creo que creer en Dios nos haga parecer menos «rigurosos» o menos «racionales». Bien al contrario.
En otro alto en el camino me detuve a leer algunas cosas de uno de mis autores predilectos: Fray Luis de Granada, que en su libro sobre la Introducción al Símbolo de la Fe mostraba como las criaturas predicaban acerca de Dios.
En fin, yo, un naturalista, aficionado a leer señales en el bosque, andaba en éso. De hecho, algo de éso hicimos cuando encontramos una baña de jabalíes. Pero aquí intentábamos además leer otras huellas, otras señales. Las del Hacedor, en último extremo, de todas las huellas, de todas las señales, de todas las cosas que vemos.
Llegamos a nuestro destino, aunque en esto del caminar, son muchas veces más importantes los pasos, los detalles del camino, lento y pausado, escuchando, con los ojos muy abiertos,… que el destino, que en este caso era la Ermita de Les Santes (Santa Lucía y Santa Águeda), ubicada en un precioso rincón de estas montañas.
Allí charlamos, comimos, nos dejamos arropar por la sombra de los árboles y el murmullo del agua, que siempre son más valorados tras una caminata por una sierra mediterránea más o menos seca que en otros paisajes, como puedan ser los de Asturias. Aquí se comprende sin duda con más fuerza la importancia del agua, y que por ejemplo en la Biblia se conceda a este elemento tanta relevancia simbólica.
A las puertas de la ermita me tocó hablar otra vez. Hablé de tantos y tantos santuarios cristianos que estaban ubicados, como ése, en santuarios de la Naturaleza. De que ello no era casual. Hablé de monasterios que acabaron construyéndose en lugares donde previamente hubo eremitas cuyo único monasterio , lugar de soledad, era la propia Naturaleza. Hablé de los santuarios de la Virgen ubicados en lugares remotos y de Naturaleza privilegiada: las marismas del Guadalquivir, Sierra Morena, Picos de Europa, … Hablé de otras cosas. Y mientras, también hablaba el viento en las copas de los árboles, quien sabe si como habló Dios en un suave murmullo en el Sinaí. Creo que Beethoven dijo que la música era el lenguaje de Dios. Y la Naturaleza es su genial sinfonía. Sólo hay que tener oído musical para captar sus ritmos, sus latidos, aunque mucha gente esté hoy desentrenada en éso. Finalmente leí el poema de la Vida Retirada de Fray Luis de León y otros versos suyos donde decía aquello de «dichoso el humilde estado del sabio que se retira de aqueste mundo malvado, y con pobre mesa y casa, en el campo deleitoso, con solo Dios se acompasa»… De éso se trata, de acompasarse solo con Dios, en el campo. De sintonizar, como si de una emisora de radio se tratase, con ésa «onda», la onda divina que hace vibrar todas las cosas. Mucha gente dice que no siente la presencia de Dios, sin embargo ahí está, como las ondas de radio que tampoco vemos aunque estén. Solo hay que poner nuestro «dial» interno en el sitio adecuado y escuchamos su música. Su música vibra por todas partes. En las rocas, en los pinos (sean carrascos o resineros como los que por allí vimos), en los chopos,… Y por supuesto, en el canto de los ruiseñores que fué una constante buena parte del camino. Es una especie de ósmosis, al final , con cierta actitud de apertura, la vibración de bosque «exterior» ayuda a hacer renacer el bosque interior. Y sentimos vibrar dentro y fuera de nosotros al mismo Ser. El Espíritu. Nos acompasamos con Él, como decía Fray Luís.
Desde allí, fuimos a un paraje llamado la Font de Roc, umbroso lugar donde estaba proyectado participar en una misa. Pero el haber allí ya un grupo de gente hizo desistir de ésa idea (se haría después en el convento). También estaba proyectado hacer otro tramo de monte hasta el convento del que partimos, pero el cansancio de algunas personas participantes y la hora avanzada, hicieron aconsejable proseguir por otra ruta más rápida y simple. En el camino, entablé una corta conversación con un cárabo (una rapaz nocturna) imitando sus voces. Y cada uno en un grupillo en una fila alargada, fue conversando hasta llegar (no con el cárabo, sino entre ellos, claro está). Asistimos a misa y dormimos hasta la mañana siguiente.
Era ya domingo. Desayunamos. Y me tocó dar la charla de recapitulación. Hablé de como el camino que habíamos hecho era como la vida. De como los que más se habían esforzado tenían más mérito ( lo cual contentó no poco a algunas personas que habían sudado lo suyo). De que la montaña era escuela. Y de muchas otras cosas. Se hizo notar que el día anterior, el de la caminata, había sido, precisamente, el Día Mundial del Medio Ambiente ( aunque al proyectar la actividad meses antes se hizo sin percatarse nadie de ello). Y aproveché para hablar del compromiso cristiano en favor de la Creación, como encargo que Dios mismo nos hizo de guardarla en el Paraíso. Hablé del primer Adán y del último: Jesús (al decir de San Pablo). Hablé de la bonita idea de ayudar a crear un paraíso espiritualizando nuestra visión de las cosas y de la Creación. Leí algo de Teilhard de Chardin y aclaré qué diferente era la visión cristiana de la de los panteísmos, que los panteismos están muy lejos de lo que es la más digna y noble visión de la Naturaleza. Leí también un texto de Benedicto XVI acerca de la obligación cristiana de velar por la Naturaleza y acerca de la campaña de Manos Unidas que muestra como el deterioro del medio es sufrido mucho más por los países más pobres. Hablé de éso y otras cosas, y anuncié una simpática idea que se les había ocurrido a Ester y mis amigos del Desierto, entregar los improvisados «premios Shackleton», después, en la comida, a algunos asistentes. La idea, intentando ser simpática, resultó emocionante al llevarla a la práctica, y el ánimo de los asistentes subió todavía más , de modo que no pudo haber broche más memorable.
Lo más grande, conocer a personas tan maravillosas, sencillas y no tan sencillas, jóvenes y mayores, cada una de las cuales extrajo algo de esta experiencia nacida sin pretensiones.
Por mi parte, gracias al Desierto de Las Palmas por abrirme este huequito para hablar de Dios y de la Naturaleza como idioma suyo.
Dice arriba Carlos Prada:
«A diferencia de otros naturalistas no creo que creer en Dios nos haga parecer menos “rigurosos” o menos “racionales”. Bien al contrario».
Me apunto a su reflexión.
Los «racionalistas científicos» han conseguido imponer bastante la idea de que Dios y la ciencia son incompatibles. Según ellos creer en un ser superior a todo lo que conocemos es síntoma de ignorancia, dogmatismo, fanatismo, estrechez y debilidad mental y otros aditamentos por el estilo. Y esa moda se multiplica y se extiende a otros sectores sociales. Sin embargo la base científica sobre la que fundamentan sus descalificaciones, una vez que se someten a escrutinio con espíritu crítico sus palabros técnicos, con frecuencia demuestra ser tan débil y tan poco convincente como las propias creencias que ellos atacan. Sería más prudente que al menos admitieran la posibilidad de que quienes creen en Dios pudieran tener razón dejándoles un margen de maniobra y dignidad.
Esta reflexión se aplica principalmente a los biólogos, en una buena mayoría reduccionistas arrogantes y ateos despreciativos. Y más aún después de los indudables avances en genética y biología molecular. Pero, ¿ha surgido la vida de la nada por puro y simple azar o ha habido algo más que la empujó hacia donde ahora estamos? ¿Tan seguros están de sus azares como para excluir categóricamente que algo inconmensurable la haya estado favoreciendo y guiando hasta nosotros y nuestra capacidad de comprensión?
No estaría mal que alguien, a ser posible algún osado intruso ajeno a sus filas, les diera un revolcón a todos los científicos reduccionistas apuntando con mala idea a las muchas incongruencias que se esconden detrás de tantas teorías científicas grandilocuentes y prepotentes. Empezando por la teoría oficial neodarwinista de la evolución.
¿Se apunta alguien para buscarles las vueltas? Yo puedo contribuir con algunas ideas irreverentes.
Que bonitos parajes y que envidia. La gente dice envidia sana, pero envidia no hay más que una. Y a mi, esta caminata por esos senderos, donde me imagino se oye el silencio y se palpa la tranquilidad, donde el sonido de la respiración se hace profundo, me da mucha envidia. Me alegro por ti y todo el grupo.
Saludos.
Gracias, Maribel
Maravilloso.
Pues sí, MRE. En realidad el hombre es un «animal religioso». De éso no se salva nadie. Lo único que varía es el objeto de culto. Unos dan culto al dinero, otros al socialismo, otros al libre mercado, otros a la moda, otros a la ciencia y la tecnología, otros a Mickael Jackson (o como se escriba), a la economía,otros a la frivolidad, otros a la ignorancia (disfrazada de azar),… y otros, preferimos dar culto , con toda humildad, y conscientes de nuestra propia ignorancia, a una Inteligencia Superior que vemos moviendo todo en el Universo. En realidad hay muchos «sacerdotes» de las más diversas «religiones», incluídas algunos «cultos» materialistas muy radicales. Incluso, a veces, podría decirse que hay algunos cuasi «brujos» de la «tribu» con bata blanca. Hablaba Unamuno mucho de la ciega fe en la ciencia «que es mayor cuanto menor es la ciencia de quienes la profesan». En esto del conocimiento científico hay muchos matices. Muchos. Sin excluir la existencia mucha ciencia mercenaria sin el más mínimo rigor. Con todo, como sabes, yo intento ser siempre muy riguroso y «científico» en muchos de los trabajos que hago, porque creo que hay que ser rigurosos. Éso, el amor al rigor, debiera ser la máxima de muchos científicos. Lamentablemente muchas veces tiene más rigor un curandero que muchos que se dicen científicos, sobre todo en la pseudociencia al servicio de los intereses. Y «ciencia» al servicio de intereses hay cada vez más. Pero hoy no se lleva criticar a la ciencia, porque pueden acusarte de ir contra la religión fundamentalista del progreso ciego. Y así, puede ser que algunas teorias disparatadas, algunas supercherias infundadas, se impriman e impriman en los libros que estudian, con nulo espíritu crítico, legiones de biólogos, que sacan muy buenas notas no por dudar, como todo cientìfico debiera, sino por no cuestionar y repetir como loros lo que pone en los libros. De ahí, que determinadas sinrazones del neodarwinismo, por ejemplo, hayan llegado hasta nosotros. Sinrazones que harían que el propio Darwin se removiése en su tumba. Sobre ello he escrito en algún apartado de este blog. Y sobre ello escribí, cuando tenia 20 o 21 años, mi primer libro (inédito) que titulé «La evolución consciente». Querida amiga, la materia gris, toda una paradoja en este mundo tan «racionalista» se usa muy poquito y mal con frecuencia. Demasiadas cabezas se emplean para llevar pelo (y a veces ni éso). Y así las bobadas más solemnes se repiten por los profesores ante la admiración de los estudiantes, de generación en generación. Es una paradoja, pero cuando más dicen encumbrarse la razón y el pensamiento, menos ideas serias surgen o se conservan. Pero es que todo en este mundo es paradoja, aunque sea dificil percatarse si se tienen orejeras. Creo que puede pensar mejor en ocasiones un místico o un poeta que muchos filósofos o cientíificos (dicho sea sin generalizar, ya que tengo amigos que son, por ejemplo, científicos poetas). ¡Que bonito sería que no hubiése tanta superespecialización!. La superespecialización es causa de tanta ceguera,… tanta,… Pero en ésas estamos, nos hemos ido por las ramas del árbol de la Ciencia. Y nos hemos alejado de las raíces de la sabiduría. Y ,mientras, la Cultura verdadera agoniza, como agoniza el planeta,… en busca de la quimera de un Mundo Feliz hipercientífico, financiero y tecnológico, un mundo de máquinas y de hombres máquinas, un mundo de plástico. ¿A donde nos lleva una ciencia sin conciencia, a donde una tecnología sin frenos morales, a donde una economía a la que todo valor moral se supedita?. No hay más que echar una mirada al planeta para ver cuán «sabia» es nuestra civilización movida por tales motores. Pero, éso sí, que tontos eran los hombres del pasado que creían en cosas como Dios. Éso está ya «superado». Mira que deprisa vamos, aunque no sepamos hacia donde, aunque sea hacia el precipicio. Yo, querida amiga, me declaro «arcaico». Creo en Dios. No solo creo, sino que le veo en todas las cosas hermosas de este planeta. Y no hace falta demostrar que existe. Sería como demostrar que es de día cuando es de día. Creo que precisamente fue cuando algunos teólogos cayeron en la trampa de intentar demostrar su existencia con argumentos racionales que están muy por debajo del plano en el que debemos movernos siempre que podamos, que comenzó la escalada descendente que, en opinión de María Zambrano , baja desde la mística a la poesía, de ahí a la filosofía y finalmente a la ciencia. Cada cosa está en su plano y cada cosa tiene su utilidad. Pero si en un hombre no coinciden un poco de todas a la vez, en un juego inteligente donde se establecen sinergias entre ellas,algo comienza a cojear. Yo al menos así lo veo. ¿Una cabeza sin corazón?. No, gracias. El corazón ilumina a la cabeza más de lo que algunos creen. La cabeza sola se convierte en un huero laberinto que alumbra muy pobres y peregrinas, muy ramplonas, y a veces peligrosas, ideas, que a lo mejor pueden ser negocio particular (como los de la manipulación genética) pero que pueden hacer mucho, mucho daño. Un mundo sin alma es un mundo desalmado. Y yo no quiero mundos desalmados. Cuando el alma abandona al cuerpo el cuerpo muere. Y por éso , por esta falta de alma, está agonizando el planeta. Ésa es la base de lo que pasa, desde la Revolución Francesa, pasando por la Revolución Industrial hasta ahora. Al que le guste vivir en Matrix que viva en Matrix, pero que no espere que yo aplauda. En fin, amiga, muchas gracias por tu comentario y un abrazo
Gracias,Loli
Gracias Carlos por los comentarios.
Repito mi ofrecimiento para buscarles las vueltas a los científicos reduccionistas y sobre todo a biólogos prepotentes, a esos que miran con desdén a quienes creen que hay algo intangible por encima de todos los bípedos pensantes, llámesele Dios, Inteligencia Superior o cualquier otro término equivalente.
Busco con el mayor interés un medio público donde plasmar unas cuantas reflexiones científicas mías, incordiantes para la ortodoxia de la biología. Hasta ahora siguen inéditas (como ese libro que dices que escribiste en tu juventud). No soy persona amiga ni entendida en blogs y tinglados informáticos por lo que no me atrae nada el iniciar mi propio blog, que sería un desastre técnico y no leería nadie. Pero sí quiero hacer desde estas páginas un llamamiento a quienes deseen apuntar contra las incongruencias de la biología oficial, a ser posible con argumentos de los que ellos puedan entender, es decir de carácter y peso científico. Yo no sé de ningún sitio adecuado pues los lugares científicos boicotearían el tema y los no científicos pueden irse por las ramas, pero quizás algún visitante pueda sugerir algo serio.
Objetivo: hacer surgir la duda entre las gentes de la biología reduccionista de que su idea de que han alcanzado a comprender en lo fundamental lo que significa la vida y todo lo que ella representa es un farol de antología. Y que sería mucho más inteligente que dejaran abierta una puerta profesional por la que pudiera abrirse camino entre sus filas la noción de que a fin de cuentas tal vez exista algo que muchos no tenemos inconveniente en llamar Dios.
Este es un blog dedicado al ecologismo, con lo cual ya tiene su autor trabajo de sobra. Pero ya que éste ha planteado el tema de la espiritualidad quiero aprovechar la oportunidad y recoger el testigo. Por mi parte me gustaría recibir sugerencias sobre posibles recursos (informáticos, publicitarios, incluso profesionales y académicos de gentes que no están muy de acuerdo con los vientos que mueven la biología) para empezar a aportar reflexiones serias por algún lugar e iniciar un ataque al reduccionismo científico y que se vaya moviendo la cosa. Creo sinceramente que yo puedo contribuir con algunos comentarios útiles y originales en esa dirección. Si alguien sabe de buenos sitios ruego que deje mensaje.
Muchas gracias por contarnos de ese modo tan especial el recorrido por esos parajes (creo que bastante desconocidos) que tuve la suerte de visitar cuando niña, pues entonces vivía cerca de allí.
Te oigo con frecuencia los viernes en el programa de Cristina López, y tanto cuando hablas como cuando escribes transmites amor por la naturaleza y descubres lo maravilloso del entorno. ¡Ya me gustaría transmitir algo parecido a mis alumnos de 2º Bachillerato cuando les doy clase de Geografía!
De nuevo, gracias.
Hace falta mucho trabajo con los jovencitos para sacarles en una irrealidad virtual que cada día les atrapa más y más y que vean el mundo real en el que viven y la Vida. En ésa labor los profesores podéis hacer mucho, aunque sé que , especialmente hoy está muy dura la cosa. Un saludo
http://www.vidasencilla.es/anti-toxico/
Querido Carlos,
gracias por tu sabiduría,
por tu sensibilidad,
por tu cercanía,
por tu buen hacer,
por tu mirada limpia,
por tu escucha atenta,
por tu alegría,
por tu ansia de más allá,
por tu familia,
por lo difícil del camino,
por lo sencillo de la vida…
Gracias por atreverte
a venir al Desierto de Las Palmas,
en un lejano dos mil siete
y renovar el desafío
en el pasado dos mil nueve,
reemprendiendo el reto
en el dos mil diez éste.
Gracias por venir a grabar
y traerte a dos jóvenes
que quizá oyeron algo más
de lo que suelen a veces
y tal vez el monte, el sol, el mar
les hayan dicho: «Y tú, ¿qué quieres?».
Tal vez, tal vez, hayan respondido:
«Yo quisiera encontrar al Dios ése
que unos ignoran y otros callan,
de quien todo hablar parece,
y que sin voz, sin palabras,
tan curiosamente,
anda como escondido en el paraje…».
Gracias, en fin, por las veces
que no las dí a ti, a Dios o a los hermanos.
Gracias, por fin, en esta veste
de amigo, de hermano caminante…
Gracias a tí, Ignacio, por tantas cosas. Entre ellas, la presencia en tí de una divina alegría. El buen humor es también , muchas veces, una forma de hablar de Dios. Gracias por su sabiduría alegre, en la que la erudición no hace perder la frescura y la naturalidad. Gracias a tí, al Desierto, y a todos nuestros comunes amigos de allí, desde Ester a todos los demás, sea el padre provincial , las hermanas o cualquiera de las personas que allí hemos coincidido, por contribuir a crear un foco irradiador de espiritualidad tan necesario en los tiempos que vivimos. Necesario en especial para los jóvenes a los que tantas y tan poderosas formas de seducción tratan de apartar de sí mismos, de lo que en el fondo son (sí, espero que a ésos dos jóvenes que vinieron conmigo a grabar al Desierto, el cámara y el productor, algo les calase de todo aquelllo). Para mí el Desierto de las Palmas , en el que he tenido tan buenos momentos, muchas veces gracias a la Providencia más que a mi mismo, que tantas veces voy como a ciegas, forma parte de la geografía de mi propio corazón. Bulle en él una savia muy necesaria. Una savia que ha de animar el seco leño en el que, por falta de espiritualidad, se ha convertido en buena medida una parte considerable del mundo moderno. Obviamente el Desierto de las Palmas es uno de tantos lugares donde los hombres cultivan el espíritu y todos ellos ayudarán. Pero en el Desierto de las Palmas hay algo especial, al menos para mí. Y no es solo el que , como naturalista cristiano, me llene de gozo ver allí tanta sensibilidad hacia la Naturaleza como escalera que ayuda a ascender hacia Dios, pero ya solo esto me parece algo extraordinariamente destacable. Es como si allí quisiera mimarse en especial la idea y la realidad del Paraíso. En fin, querido amigo, que gracias a tí y gracias a todos los que formáis el Desierto, desde los carmelitas y otros humanos hasta al mar en el horizonte o las Agujas de Santa Águeda que tanto me gusta mirar. Gracias, fray Ignacio. Un muy fuerte y muy afectuóso abrazo. Y disculpa por la tardanza en la respuesta. He andado todo este mes para arriba y para abajo (norte de Castellón, Javier, Leyre, Guara, Ordesa, Caravaca, Orihuela,… )