Un estudio realizado con un pajarillo llamado Papamoscas collarino (Ficedula albicollis) ha desvelado que los pájaros salvajes tienen diferentes personalidades individuales. La investigación ha sido desarrollada por un científico que actualmente trabaja en la Estación Biológica de Doñana pero que lo hacía para una universidad de Bélgica cuando la hizo y ha permitido encontrar que, dentro de los papamoscas los hay que son corteses, crueles, tímidos e incluso escépticos. A esas conclusiones se ha llegado estudiando la conducta de cortejo de las aves. Se colocaba una hembra apetitosa en una jaula sobre una caja nido y se observaba la conducta de lo machos que acudían. Se estudió así el comportamiento de cuatro decenas de galanes, de los que unas tres decenas respondieron a la dama.
Se introdujeron después una serie de elementos para ver como reaccionaban los machos. Así, por ejemplo, colocaron un papel blanco en las cajas. Este detalle hizo que la mitad de los machos tuviesen miedo y redujesen su interés por la hembra, mientras que la otra mitad siguió cortejando como si nada. Luego se colocó un macho en una jaula, donde antes había estado la jaula con la hembra y se vio que los que antes se habían dejado impresionar por lo del papel, eran más cobardes y no atacaban al macho. Lo contrario que hacían los otros a los que el papel no les había afectado. Estos últimos, más tarde, resistían más cuando una persona se acercaba y también era más facil que fuesen capturados con trampas.
La verdad es que este “descubrimiento” , publicado en la revista Animal Behavior, a mi no me lo parece tanto. Es obvio que los animales tienen personalidad. Que unos animales tienen un carácter y otros otro. Quien haya seguido las investigaciones de Jane Goodall sobre los chimpancés, de Dianne Fossey sobre los gorilas o mil y una otras sobre las más diversas especies habrá constatado lo mismo mil veces. Se quiere presentar como novedoso el descubrimiento de esto en unos pajarillos silvestres. Pero a veces uno tiene la sensación de que la ciencia “descubre” el Mediterráneo. A veces “descubre” lo que ya estaba descubierto desde la noche de los tiempos. La ciencia cree que nada se sabe hasta que no se sabe conforme ella piensa que es el “saber”. Es como lo del “descubrimiento” de América que no sólo había sido “descubierta” mil años antes por los vikingos sino por los indios muchos milenios antes.
Más que “descubrimiento” lo de que las aves tienen personalidad es una obviedad. Lo que sucede es que las anteojeras de muchos científicos han hecho que muchas criaturas sean vistas como autómatas y ,claro, se supone que los autómatas, movidos como máquinas ciegas, deben manifestar automatismos genéticos ciegos y regulares. El verdadero descubrimiento será el día que ciertas anteojeras caigan. Más que revelar algo acerca de los animales, creo que “descubrimientos” como el que da pie a este artículo, lo que descubren, en realidad es lo ciega que puede llegar a ser la ciencia. Lo lenta y tarda que puede llegar a ser en ver cosas que cualquiera ve casi de forma espontánea.
Me es grato, con todo, que este tipo de noticias hagan que se hable algo más de humildes criaturas que pasan desapercibidas para tanta gente, como el simpático papamoscas ( flycatcher en inglés). Especie que recibe su nombre por su costumbre de aposentarse en una ramita y, desde ella, dar un corto vuelo para retornar a ella tras haber papado en vuelo una mosca o cualquier otro insecto.
En España, la especie de papamoscas más fácil de ver es el Papamoscas cerrojillo (Ficedula hypoleuca) que se ve con más frecuencia en ciertos momentos del año cuando sus oleadas migratorias cruzan España hacia septiembre. Su simpática estampa, al posarse en una rama moviendo el ala de forma tan característica es , en su sencillez, un hecho simple conectado al proceso más global de los cambios anuales de toda la Naturaleza. Es septiembre hecho pájaro. Es el verano que quiere irse hecho pájaro. Tambien hay un número de estos papamoscas que crían en España ,sobre todo en el norte, aunque también en zonas montañosas del centro e incluso del sur de España. Hay otro papamoscas, el Papamoscas gris (Muscicapa striata) que cría en España en algo mayor número, si acaso más frecuentemente en provincias litorales.
Lamentablemente, como con tantas otras cosas de la Naturaleza en estos tiempos en que nos ha tocado vivir, hay también alguna mala noticia ligada al simpático papamoscas, y es que hace poco tras medir las dimensiones de miles de huevos de estas avecillas en la Sierra de Guadarrama madrileña, se ha visto que el cambio climático y el consabido adelanto de las primaveras han hecho que los huevos del ave en cuestión decrezcan en tamaño en los últimos años. El problema es que, al parecer, el papamoscas no habría adaptado sus ciclos a los cambios habidos en la Naturaleza, por lo que no encontrarían el adecuado alimento haciendo que sus huevos sean menores y con menos esperanzas de tener pollos con éxito.
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